Mecanización // Automatización
- Federica Matelli

- 4 ene 2022
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Este texto no podría empezar de otra manera que citando el renombrado “Fragmento sobre las máquinas” contenido en Elementos fundamentales para una crítica de la economía política (Grundisse) y escrito entre 1857 y 1858. En él - que sigue siendo hoy por hoy el análisis más lúcido del valor y de la función de la mecanización en la economía capitalista - Karl Marx nos iluminaba sobre nuestro futuro en relación con las máquinas, su significado para el capital, el trabajo humano y la vida cotidiana de los trabajadores. De él hemos aprendido que todo proceso de producción y distribución representa, para el capital, un medio de producción, desde la materia prima hasta la logística de mercado, porque todo le permite obtener un objetivo único: la
producción de valor como un fin y un bien en sí mismo. La máquina, como también el trabajo vivo (los obreros), son agentes para la transformación de la materia prima en producto. El material de trabajo, los medios "maquinicos" y el trabajo vivo son partes equitativas del capital que se apropia de ellos. Son tres momentos del proceso de trabajo que se constituye en su unidad y que determina y produce valor.
Ahora bien, el medio de trabajo - la máquina - creado para servir al ser humano, experimenta a lo largo de la historia una serie de transformaciones, una de la cuales es la evolución hacia un sistema automático de maquinaria: el autómata. Según el fragmento de Marx el sistema de maquinaria automática no es sino la forma más plena y adecuada de la misma, porqué transforma por primera vez la maquinaria en un sistema que está compuesto por órganos mecánicos e intelectuales, y los obreros están determinados como miembros conscientes de tal sistema. En él en realidad es el obrero que media la máquina y no el contrario. Frente a esto lo que antes tenía valor en calidad de capacidad laboral humana individual desaparece como algo infinitamente pequeño. Marx explica como la acumulación del saber general del cerebro social - el general intelect - es así materializada en la máquina y poseída por el capital como su propiedad, mientras el trabajador se encuentra alienado, separado de aquella en la fábrica porque es reducido a una mediación para la máquina que materializa la ciencia. Más tarde esto alcanzará los extremos con la cadena de montaje, en la cual la capacidad intelectual y creativa del trabajo vivo, es decir del trabajador, se volverá totalmente innecesaria, tal como representa la instalación colectiva Desencadenados a cargo de Rice & Margalef que utiliza el símbolo de la mano para figurar la idiosincrasia del trabajo dentro y fuera de la fábrica.
Además, entonces como ahora, la máquina marca no solo la vida en el establecimiento industrial, o el ritmo del trabajo y de la producción, sino que también la vida cotidiana. Como justamente subraya Muro Atelier con el proyecto Manu, con la revolución industrial se ha formalizado la arquitectura industrial, y mientras las fábricas se convirtieron en el hogar de las máquinas, las ciudades y las sociedades se transformaron para acogerlas determinando un impacto directo sobre la vida de las clases trabajadoras. Más tarde, con la revolución digital, el alma “maquinica” será el algoritmo y la ciudad se volverá global. En la actualidad con el Pc e internet - es decir con las tecnologías de la información y de la comunicación - aquello que se describe en estas páginas se ha implantado en la vida diaria y el algoritmo nos domina mientras - como veremos en breve - la fábrica llega a ser ubicua.
La mecanización acelera la producción, como destaca la instalación titulada Pausa de Adrián Sifres, y reduce a un mínimo el trabajo humano, pero no lo libera. No se puede separarla del concepto de tiempo de trabajo: ósea, en términos de valor, gracias a la máquina, el obrero no trabaja menos sino que más (porque produce más mercancía y más valor), y en este sentido no es posible verla como motor de emancipación, no ayuda el obrero individual, no está pensada para reducir su trabajo. Solo funciona gracias a una concentración de mano de obra, se introduce allí donde la capacidad laboral existe en masa y no sirve para ayudar la intelectualidad ni la creatividad del trabajador. La división del trabajo ya era maquinaria considerando que transformaba en mecánicas las operaciones de los obreros en las cadenas de montaje que ya estaban tan mecanizadas que se pudo introducir las máquinas entre ellas y sustituirlas. Esto desvalorizaba la capacidad del trabajo humano y de allí las luchas luddistas rememoradas también por Muro Atelier en el marco de la MAU.
La revolución industrial cambió la jornada de trabajo de una manera inesperada debido a que la maquinaria industrial nunca descansa, puede funcionar continuamente, llevando el cuerpo humano a sus límites. En lugar que reducir el horario laboral o liberar la humanidad del trabajo, lo conduce más allá de los límites naturales antes marcados por las estaciones y por las partes del día. Esto mismo acontece nuevamente, y aumenta, con el desarrollo de la tecnología digital, porque su rápido crecimiento en el siglo XXI ha significado que el trabajo ha superado sus confinamientos espaciales y temporales. Trabajamos más tiempo y en todos los sitios, también en nuestra casa. Conexión constante, trabajo constante. Además, la centralidad de los algoritmos en las prácticas organizativas provocada por el lugar destacado de las tecnologías de la información y comunicación, se encuentra en todo lo que va de la producción a la circulación, de la logística industrial a la especulación financiera, de la planeación y diseños urbanos a la comunicación social1.
La automatización ha evolucionado distanciándose del antiguo modelo termodinámico de la cadena de ensamblaje industrial hacia las redes electro computacionales diseminadas del capitalismo contemporáneo, hasta el punto que sus estructuras matemáticas se han convertido en parte de lo cotidiano de los usuarios de los medios digitales en la red, y automatizan cualquier aspecto de la vida. El algoritmo parte de la línea genealógica que, según cuanto enseña Marx en el Fragmento, empieza cuando el capitalismo adopta la tecnología como capital fijo y lo impulsa hacia el sistema automático de maquinarias por medio de distintas metamorfosis. El autómata industrial, electrodinámico, evoluciona en el autómata digital, que se esparce en redes hechas de conexiones eléctricas y nerviosas. De esta manera, en la actualidad, los usuarios mismos devienen transmisores cuasi automáticos en un incesante flujo de información (aquello que se conoce con el nombre de Big Data). Nos hemos vuelto nosotros mismos maquinaria en manos del capital.
El algoritmo está en el centro de las nuevas formas de automatización y tiene una existencia completamente autónoma. Es un tipo de capital fijo: los algoritmos son simplemente medios de producción de datos y de saber, pero en lugar que al servicio del pueblo están al servicio del capital. Como han remarcado muchos pensadores, como por ejemplo Franco Berardi (Bifo), la lucha anticapitalista hoy en día, en occidente, debería concentrarse en liberar la clase del capitalismo cognitivo, productor de algoritmos, tan dependiente de las máquinas digitales, desde el Pc al móvil, e impulsar la cooperación social. Es necesaria una recodificación de las arquitecturas de la red y tecnologías de la información sobre la base de valores diferentes de aquellos capitalistas de cambio y de especulación. Esto nos conduce al Manifiesto Acceleracionista de Srnicek y Williams, que instan a la creación de algoritmos sociales para lo común, entre otras interesantes propuestas, como por ejemplo aquella de la renta universal.
El siglo XXI es el siglo del super human. La actual es la condición post-humana, caracterizada por el empleo de los algoritmos en cada campo de lo social, análisis de datos en larga escala, gestión algorítmica de cada aspecto de la vida, machine learning, y en la cual la automatización y los robots constituyen un conjunto de técnicas para la producción de la vida cotidiana. Es una condición en la cual nuestros ritmos, los espacios que ocupamos, y los flujos materiales y energéticos, no están configurados por nuestras necesidades, sino que por las necesidades del sistema a las que el ser humano debe adaptarse. Nuestros deseos, nuestra escala o nuestra percepción ya no son las medidas del valor. A este propósito nos proporciona una reflexión el espectáculo de danza de Ángel Duran titulado Unravel que, inspirado en la figura del obrero textil y a partir de los testigos de los trabajadores de las hilaturas, cuestiona la dicotomía entre modernización y deshumanización.

Pero aún existen tareas que el súperhumano no puede llevar a cabo a pesar de la potenciación tecnológica: nunca podrá superar su mortalidad y limitaciones físicas. Por eso el capital intenta cada vez más sustituir la labor humana con robots y sistemas automáticos. Ya en 1928 John Maynard Keynes hablaba del desempleo tecnológico, pero aquello que Keynes había previsto - es decir que el eclipsarse del trabajo humano por los sistemas automáticos llevaría a una sociedad del placer sin trabajo - no ha pasado.
También los aceleracionistas ven de buen ojo la automatización, porque la interpretan como una posibilidad de liberación de lo humano del trabajo. Por contra, otros autores como Adam Greenfield, la consideran una utopía, un deseo social frustrado ya expresado por los situacionistas. Competir con las máquinas en contra del desempleo en realidad nos impone trabajar más en lugar que menos, y aumentará la precariedad del trabajo humano al no ser indispensable. Además, la automatización resulta ser un conjunto de técnicas disciplinares, un instrumento de control sobre los cuerpos y el comportamiento de los trabajadores, que fortalece el régimen disciplinario en el sitio de trabajo lejos de reducirlo. Y como si no bastara, las nuevas máquinas tienen la capacidad de detectar los estados emocionales del trabajador y caracterizarlos, de manera que las nociones tayloristas de tiempo y eficiencia son completadas por la evaluación de la performance afectiva del trabajador con la máquina.
En algunos campos, los sistemas automáticos pueden remplazar completamente lo humano, como hemos visto en el campo de la guerra con los drones o los soldados robots. Probablemente los trabajos “sucios” serán los primeros en ser automatizados, como la prostitución, y los más débiles serán cada vez más excluidos de la sociedad. Duros tiempos vienen para aquellos que no tienen nada más que ofrecer que sus brazos o su sexo. Srnicek y Williams perciben estas circunstancias como una oportunidad para empezar la lucha para la renta básica en respuesta a la automatización, y sugieren reinventar la izquierda a partir de estas problemáticas.
El trabajo industrial y la maquinaria tienen una fuerte función social non solo en los equilibrios de producción y de valor económico, sino que también como máquinas de producción de subjetividad. Esta función se refuerza con el trabajo inmaterial en la fase del capitalismo cognitivo o posfordista, es decir la que se fue desarrollando a partir de los años setenta del siglo pasado acompañada por la diseminación de las infraestructuras digitales en la vida cotidiana que sigue en nuestros días. De la naturaleza del trabajo en el post-fordismo se han ocupado mucho los pensadores italianos afiliados al Operaismo o a la Autonomia operaia: subrayan que la automatización del trabajo vía medios digitales marca el paso del fordismo al post-fordismo y que el desarrollo de las tecnologías de la comunicación e información y su diseminación en redes lleva a la precariedad laboral. La condición irregular, intermitente, de sus formas de trabajo, que en un momento fueron vistas como una excepción liberadora frente a la lógica del empleo estable, es hoy la condición generalizada del trabajo, y cabe decir que el arte, el sector creativo y de la industria cultural, fueron los laboratorios experimentales de este tipo de producción, mientras el paradigma estético deviene un modelo para pensar las transformaciones del trabajo y de la reciente revolución capitalista.
Otra consecuencia de la automatización y de la difusión de la maquinaria digital, y del acelerarse de las comunicaciones a nivel planetario, ha sido la globalización, que en términos de trabajo y producción ha significado un desequilibrio total entre el Norte global y el Sur global, porque mientras en el primero se concentra la mayoría de la industria creativa, al segundo se encomienda la producción industrial con duras condiciones.
Si consideramos todos estos aspectos podemos ver en la MAU dentro del perímetro del Roca Umbert una actividad divergente, ya que reinterpreta la fábrica como lugar utópico para la creatividad y el arte. Liberar la fábrica de su acción alienadora era también el sueño de Henri Lefebvre y de Guy Debord. Estos y otros temas son los que han marcado la selección de los trabajos ganadores para la MAU 2021. Entre muchos y muy interesantes proyectos, Mechanical Spirit de Cayetano Truyols trae a estas naves industriales unos monstruos gigantes realizados en poliuretano como símbolos de la Cyber cultura contemporánea. Se trata de monumentos de la mitología japonesa otaku, termino que indica el imaginario de las personas apasionadas por el anime o manga. Para el programa de la MAU ha privilegiado la figura del mecha, un robot antropomorfo pilotado por humanos, metáfora de la fusión entre humano y tecnología. Las esculturas gigantes que pueblan el Roca Umbert el día del festival se componen de poliuretano y representan a la contemporánea deriva de la cultura cyberpunk, que ya en los 80 aportaba especulación de ficción acerca del futuro de la incipiente sociedad automatizada, en la cual el ser humano se funde con la tecnología digital en su vida diaria. La espuma de poliuretano alude al carácter, a la estética y al panorama de los objetos industriales y digitales, y quiere ser un símbolo del mundo en el cual ha sido creado - la fabrica - un mundo automatizado, acelerado, difícil de domesticar y que estresa la naturaleza humana más allá de sus límites.
Por su lado Martín Garber Salzberg con la Máquina Bondadosa refiere a como la mecanización ha salido de la fábrica para investir distintos aspectos de la vida social, entre los cuales elige reflexionar sobre el consumo. Por medio de las tecnologías digitales ahora podemos comprar más rápido y con menos esfuerzos. Asume como símbolo de esta condición el carro del supermercado que nos permite comprar muchos objetos de una vez y así consumir más rápidamente. Pero al mismo tiempo lo propone como símbolo del “precariado”, pues su condición móvil y reutilizable alude a una subjetividad flexible, la cara B de nuestra sociedad consumista. Su propuesta plantea una relectura de esta herramienta de compra para convertirla en una instrumento de inclusión, participación y emancipación, ya que en su instalación el carro no transporta objetos ni bienes de consumo sino que naturaleza, vegetación, árboles frutales que proporcionan aromas, sombra, e incluso alimentos naturales.
Y para acabar Noemi Sjöberg con Revolutions per minute (Revoluciones por minuto) reflexiona sobre la condición de la industria textil que emplea principalmente mujeres. La industria textil es un ejemplo paradigmático de la distribución no justa del trabajo en la economía global, puesto que la producción industrial de los productos, sobre todo en la industria de la moda, ha sido desplazada en los países del segundo y tercer mundo mientras el diseño de los productos se mantienen en los países del primer mundo. Con esta instalación Noemi Sjöberg quiere cuestionar el supuesto progreso que garantizaría la tecnología en el capitalismo desde sus inicios, puesto que, según ella, en realidad no hay un avance verdadero sino que una redistribución de las ventajas y desventajas en un nivel social, de género e internacional. Realidades que parecen lejanas, como aquellas de las trabajadoras (mujeres) textiles occidentales en el siglo pasado, y las trabajadoras textiles del tercer mundo en el presente, se mezclan, para mostrar como al fin y al cabo la historia se repite: las clases pobres están sometidas a las máquinas y sobre todo a quien las posee.
Referencias bibliográficas
Adam Greenfield, Radical Technologies: The Design of Everyday Life, Londres, Verso Book, 2017.
Armen Avanessian y Mauro Reis Ed., “Introducción”, en Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, Buenos Aires, Caja Negra Ed., 2017
Karl Marx, “Fragmento sobre las máquinas”, en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol.2, México, Siglo XXI, 1972.
Franco “Bifo” Berardi, The Uprising. On Poetry and Finance, Cambridge,The Mit Press, 2012
Lizzie O Shea, Future Histories, Londres, Verso Book, 2019
Mauro Reis Ed. Neo-Operaísmo, Buenos Aires, Caja Negra Ed., 2020
Tiziana Terranova, “ Red stack attack! Algoritmos, capital y la automatización del común”, en A. Avanessian y M. Reis Ed., Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, Buenos Aires, Caja Negra Ed., 2017
**Texto para el catálogo y la exposición Mecanización y Automatización en el marco de la IX edición de la MAU. Mostra d'Art Urbà, en Roca Umbert. Fàbrica de les Arts, del 22 de mayo del 2021, Granollers, Barcelona.
1www.effimera.org






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