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  • Foto del escritorFederica Matelli

Dos artistas y un substrato material.





Lo que une dos artistas tan distintos y discordantes tanto por trayectoria, cuanto por estética y poética como Enric Maurì y Nathalie Rey, es sin duda el amor por los objetos. Amor u obsesión, dependiendo de donde uno lo mira. Sus trabajos se insertan en una tradición de arte objetual que desde los inicios del arte contemporáneo va tomando múltiples formas y direcciones. Ambos recolectan, contemplan, manipulan, modifican objetos o fragmentos de objetos, de origen industrial o natural, para luego devolverlos al mundo con significados nuevos o añadidos, en formatos instalativos, a través de los cuales tejen relaciones y crean relatos a propósito de temas, en ocasiones, dispares. Ademas, más allá de las similitudes en el nivel estético de la macroestructura de la obra, su poética, es decir, su manera de trabajar con los objetos, es bastante diferente.


Nathalie Rey emplea objetos de materiales sintéticos, como plástico o tejidos artificiales, que a veces encuentra, pero que a menudo compra. Suelen ser objetos de bajo coste, representativos de la cultura popular del capitalismo consumista actual, adquiridos en discounts stores o en plataformas para el consumo desenfrenado como Ebay, Amazon o Alibay. Los objetos que más de frecuente rescata son juguetes de niños, patos de plásticos o peluches, que elabora aplicando técnicas tradicionales de manifactura como son modelar y cocer o el punto de cruz. El resultado es una estética cuqui que, en contraste con temas fuertes o chocantes, nos transporta en atmósferas perturbadoras y espeluznantes.


Por su lado, Enric Maurí trabaja con desechos y objetos abandonados que encuentra la calle durante sus investigaciones de etnografía objetual, que toman la guisa de paseos en la ciudad o en el campo. Acostumbran a ser objetos cargados de misterio, que esconden y dejan intuir una historia secreta que los ha llevado allí donde están y que, como en el caso de Nathalie, acabaran investidos de nuevos significados en ensamblajes o instalaciones. Enric combina el uso de tales objetos con prácticas artísticas diversas como la deriva de índole situacionista o la performance, en una estética global bastante punk.


Aclaradas estas convergencias y divergencias entre sus estéticas y poéticas, es posible acercar las instalaciones presentadas en la sala del Glogauair, las cuales, a pesar del substrato material y objetual común que sujeta sus mundos simbólicos, abordan temas bastante separados.





La instalación de Nathalie Rey titulada El giardin de las delicias, se inspira en el homónimo cuadro de El Bosco y en una película de Carlos Saura del 1970 que lleva el mismo título. Dejando de lado la crítica política y cultural a la sociedad de consumo de otros de sus proyectos, en esta ocasión nos propone un tema totalmente freudiano, más personal e íntimo. A pesar de que las teorías freudianas sobre los sueños y la histeria estén hoy día obsoletas en psicoanálisis y muy descalificadas por la teoría crítica, nos ofrecen aún un marco interpretativo válido para determinadas obras artísticas. “Freud construye una teoría del sueño como paradigma de las formaciones del inconciente, y un método de interpretación fundado en la asociación libre que reubica al sueño, al soñante y al intérprete. El sueño se convierte en el cumplimiento (disfrazado, desfigurado) de un deseo (censurado y reprimido)”1. De la misma manera, “Freud define a la histeria como una neurosis que tiene origen en un incidente sexual, cuyo recuerdo no ha podido ser elaborado asociativamente, transformándose en patógeno y provocando un síntoma”2. Los objetos en los sueños son condensaciones de significado inconscientes que, al no poder ser elaboradas conscientemente por el sujeto debido a la censura/prohibición —o autocensura —que las inhibe, se expresan bajo forma de metáfora. La instalación de Nathalie reflexiona y escenifica estos procesos a partir de experiencias personales que no nos desvela del todo...


Por otro lado, Enric Maurí en la instalación A los que les cae el cielo encima aborda uno de los temas que le preocupan desde hace tiempo: la estética de la precariedad. Operando un grave error de perspectiva, generalmente se suele interpretar la precariedad como un efecto colateral o una consecuencia negativa de las crisis cíclicas del capitalismo. La precariedad no es una consecuencia de algún error histórico dentro del capitalismo, sino que una de sus condiciones de existencias. Las crisis y la precariedad le son constitucionales. La sociedad de consumo y el mercado que la sostiene necesitan ciclos de caos y reconstrucción para mantenerse a flote. Saltando al mundo de los objetos industriales, que son los protagonistas aquí, un ejemplo de esto es la obsolescencia programada que los acompaña desde su creación. Una muerte anunciada y una metáfora, en palabras del artista, “de la obsolescencia de la felicidad del ser humano convirtiéndole en una victima de la especulación capitalista, y por lo tanto totalmente vulnerable”. Y más allá de esto, con el desarrollo del capitalismo cognitivo, relacional y de los afectos, no solo los objetos, sino también los conceptos, las ideas, los movimientos sociales son programados para ser obsoletos rápidamente en la sociedad actual que necesita el cambio constante para mantener la economía de mercado. Así, la obra de Enric Maurì escenifica la decadencia a la cual todo está destinado en el ciclo de vida capitalista, un carrusel de escombros y desechos.



1 Sierra, María Laura. Los sueños de Sigmund Freud. “Historia y Grafía”, núm. 33, 2009, pp. 85-111, Departamento de Historia, Distrito Federal, México. Pág. 2

2 Paula Saldías A. y María Elena Lora. Síntoma conversivo en la histeria. “Ajayu” v.4 n.2 La Paz ago. 2006. versión On-line ISSN 2077-2161


**Texto para la instalación realizada por Enric Maurì y Nathalie Rey durante la residencia artistica en Glogauair. Artists in residence / Berlin, invierno 2022.


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